María fue una muchacha de su tiempo. Llevó la vida normal de una joven israelita, en el seno de una familia creyente, según los usos y costumbres de su época. Creció con las ilusiones lógicas de su edad y compartió la esperanza de su pueblo en las promesas de Dios. Todavía era una jovencita cuando Dios le propone la misión de ser la Madre del Salvador. Dios irrumpe en su vida cuando apenas empieza a abrirse al mundo, cuando su corazón está lleno de ilusiones, de proyectos y de grandes ideales.
María se entrega generosamente a Su plan. Le dice «Sí» a una vida sorprendente que le va a llevar por caminos insospechados. Con su respuesta pone de manifiesto una gran capacidad de fe, confianza, entrega y disponibilidad. Pero también muestra su espíritu joven por aceptar un compromiso arriesgado, por su apertura a lo nuevo y por su corazón grande, con todas sus dudas y debilidades humanas propias de su edad.
Por todo ello la Iglesia otorga el mes de Mayo a María, para conocerla, honrarla y amarla más. Las formas en que es honrada son tan variadas como las personas que lo hacen. Démosle un lugar especial a María durante este mes no porque sea una tradición, o por las gracias especiales que podamos obtener, tomémosla como referencia y hagámoslo porque es nuestro ejemplo de vida.